Estos días he tenido el placer de leer el libro " Sobre la conservación de la salud" del médico más grande de la historia y precursor de la medicina moderna : Galeno.
Un placer porque de una parte, la obra en sí suscita un gran interés por su modernidad y por plasmar ( ya en el siglo II d. C. ) la vinculación entre cuerpo y alma, y de otra, porque la magnífica traducción del griego es de mi antigua alumna de violonchelo y profesora de Filología Griega de la Universidad de Cádiz , Inmaculada Rodriguez Moreno.
Os dejo la reseña de la obra que ha escrito la propia autora de la traducción y os animo a disfrutar con su lectura.
Galeno,
Sobre la conservación de la salud, Introducción, Traducción,
Notas e Índices de Inmaculada Rodríguez Moreno, Ediciones Clásicas,
Madrid, 2016.
Claudio
Galeno (Pérgamo 129 d. C., Roma ca. 200 o 216 d. C.),
considerado como el principal heredero de la tradición hipocrática,
supo convertir el arte de la medicina en su pasión y forma de vida.
Para él, la higiene constituye una parte fundamental para alcanzar
un estado de plena salud, como así hace ver en Sobre la
conservación de la salud (De sanitate tuenda), tratado
en seis libros publicados entre el 169 y los años previos a su
muerte (entre el 210 y el 216).
Este
imprescindible manual de higiene describe las reglas más
significativas de todo régimen saludable y está dirigido
especialmente a los griegos en general y a la élite en particular.
Todos ellos se alzan, dentro del mundo civilizado, como modelos de
una salud excelente frente a los bárbaros (pág. 71):
“Pero ahora no escribo este
libro para los germanos ni para otros pueblos incivilizados o
bárbaros, ni para osos, jabalíes, leones ni ninguno de los demás
animales salvajes, sino para griegos y cuantos han nacido entre
bárbaros, pero emulan las costumbres de los griegos”.
Galeno
demuestra que la salud del cuerpo estaba vinculada la del alma, de
manera que cualquier alteración corporal influye en la mente, y
viceversa (pág. 63):
“El hábito del alma se
corrompe por malas costumbres en la comida, bebida, ejercicios,
espectáculos, audiciones y música en general. La persona dedicada
al arte de la salud debe ser experta en todos estos temas y no pensar
que solo concierne al filósofo moldear el hábito del alma, pues de
aquél depende la salud de la misma alma, entre otros aspectos más,
y del médico, que el cuerpo no caiga fácilmente en enfermedades”.
Para
eludir las enfermedades y las disfunciones en todas las etapas de la
vida, Galeno propone, siguiendo la estela del gran médico
Hipócrates, una instrucción y orientación dietéticas precisas
-donde la moderación resulta trascendental-, desde el nacimiento
hasta la vejez. Por este motivo, el pergameno traza en el presente
escrito todo un plan ideológico a través de la dietética, en la
que participan el sueño, vigilia, reposo, movimiento, masajes,
comida, bebida, hambre, sed, baños, irritaciones, preocupaciones,
dolores y todo cuanto agite el modo de vida.
El
libro I ilustra los cuidados básicos desde la infancia hasta los
veintiún años, edad en la que el joven alcanza el pleno desarrollo.
En esta fase, la educación dietética es esencial para compaginar
la salud corporal con la psíquica. Así pues, Galeno ofrece una
serie de consejos muy interesantes y útiles, relacionados con la
alimentación, los masajes, los baños y los ejercicios.
En
el libro II, el objeto de estudio va a ser el régimen higiénico de
un joven de veintiún años. Para ello, es primordial tener en
cuenta su ocupación y situación personal. Dos son los aspectos
cruciales del régimen del joven: el ejercicio y el masaje.
El
ejercicio no guarda ninguna diferencia con el trabajo, salvo por
recibir el calificativo de “gimnástico” -a raíz del lugar donde
se practica- e ir acompañado de masajes y deportes. En todo caso,
se podría establecer una distinción entre ambos en cuanto que, en
el ejercicio, el cuerpo debe ser previamente calentado mediante un
masaje preparatorio, consistente en friegas suaves con una venda y
unciones de aceite.
El
libro III continúa con la importancia de los masajes y cómo deben
ser aplicados para obtener los resultados esperados (págs.
160-161). También los baños contribuyen a la vida
saludable, en sus cuatro modalidades: calientes de aguas dulces y
templadas; tibios; más calientes, y de agua fría. Con todos ellos
se consigue prevenir y aliviar las fatigas que se producen tras la
práctica de los ejercicios.
El
libro IV está dedicado a la alimentación y su repercusión en la
salud. El médico de Pérgamo sugiere algunas recetas de
reconstituyentes, como el caldo de tisana (págs.
226-227), en especial el elaborado con harina por sus
propiedades depurativas y su poder refrescante, hidratante y
aséptico.
Igualmente
son recomendables, entre otros muy beneficiosos (págs. 227-236), el
aguamiel, también conocido como hidromiel o aqua mulsa en
Roma; el ojimiel u oximiel (págs. 237-239); el fármaco de
calamento, con miel o sin ella; el de las tres pimientas (la negra,
la larga y la blanca), y el zumo de manzana cidonia o membrillo.
Uno
de los más efectivos es el fármaco de Dióspolis o Diaspolitikón,
administrado antes o después de las comidas, cuyos ingredientes son
comino, pimienta, ruda y bicarbonato sódico, todo en la misma
cantidad (págs. 231-232). Su preparación debe ser rigurosa:
“Hay
que macerar el comino con vinagre muy ácido y luego triturarlo al
instante, o primero tostarlo de forma moderada en un recipiente de
arcilla que haya sido cocido completamente en un horno. Pues un
recipiente que no se haya secado lo suficiente, suelta más polvo que
el de arcilla y absorbe cierta cantidad de la propiedad de los
fármacos”.
El
libro V abarca la gerontología o cuidado de la dieta del anciano.
Galeno, en un extenso apartado, precisa cómo ha de ser el estilo de
vida del anciano, cuya condición es fría y seca, razón por la que
ha de ser corregida, según la máxima hipocrática, por agentes
contrarios. De esta forma, la frialdad será combatida con el calor,
y este no debe ser excitado con ejercicios demasiado fuertes, sino
con paseos, movimientos y masajes que actúen de igual modo que
aquellos, de acuerdo con la fuerza física del individuo, no con su
edad.
Los
alimentos, por su parte, juegan un papel decisivo dentro de la dieta
del anciano, así como ciertos fármacos: el de calamento,
el de las tres pimientas, el de víboras o teríaca, y otros con
hierbas aromáticas como la ambrosía y la atanasia.
El
almuerzo del anciano, según Galeno (págs 280-281), debe incluir
pescados de roca y mar, cereal o pan con miel, y la cena, espelta con
vinomiel o ave con una salsa sencilla. El pan no queda excluido,
siempre y cuando no lleve demasiada sal y levadura y esté poco
cocido.
El vino es muy aconsejable por su poder calorífico.
Galeno expone un detallado catálogo de vinos (págs 283-287). Los
más beneficiosos por sus cualidades depurativas y caloríferas,
habida cuenta de la frialdad de la vejez, son los ocres, blancos y
ligeros. Por el contrario, los más perjudiciales son los oscuros,
astringentes y espesos, puesto que causan retención. La eficacia de
los vinos se potenciará cuando es acompañado de una dieta libre de
grasa (pág. 287):
“Por ello, en las comidas los
ancianos no deben abusar de los granos, quesos, huevos, moluscos,
lentejas, bulbos, carne de cerdo, y, mucho menos, de las anguilas,
las ostras, y, sobre todo, de aquellos animales que tienen una carne
dura y difícil de digerir. Por este motivo, no deben comer
crustáceos, pescados cartilaginosos, atunes ni cetáceos, ni los que
mugen nacidos en la tierra, ni las carnes de venados, cabra ni buey
[…] La de chivo es apropiada para el anciano, así como la de las
aves que no viven en pantanos, ríos ni lagos. Todos los alimentos
en conserva son mejores que los frescos”.
Respecto
a los ejercicios, primero se debe realizar un análisis personal y
exhaustivo del anciano, pues no todos son válidos para cualquiera,
sino que van en función de la constitución corporal y la capacidad
física. Sus actividades deben ser las habituales, pero siempre
desarrolladas con menor intensidad.
En
el libro VI, tras dejar clara la importancia de un estudio minucioso
de cada individuo y de la dieta que mejor se adapte tanto a su estilo
de vida como a su condición corporal, Galeno se entrega a la
discusión de cómo las constituciones patológicas pueden mantenerse
sanas el mayor tiempo posible, aplicando algunos de los
procedimientos higiénicos anteriormente desarrollados. Para ello,
es muy necesario tener en cuenta la actividad u ocupación de aquel,
aspecto que determina la dieta en todas sus facetas: masajes, baños,
ejercicios, comidas, bebidas y fármacos, además de la estación y
las discrasias presentes en su organismo, las cuales encuentran su
remedio en los opuestos en su justa medida.
De
estas constituciones anómalas, Galeno especifica cuáles son las más
graves y ofrece una clasificación de las mismas con su dieta más
adecuada para aliviar sus síntomas. Al mismo tiempo, aprovecha esta
ocasión para revelarse como un todo un experto en dietética y
farmacología.
En
definitiva, Galeno presupone que la salud se basa en la total
ausencia de dolor y en el funcionamiento y el cumplimiento perfectos
de las funciones vitales por parte del organismo. Con esta idea, su
tratado Sobre la conservación de la salud aporta todo un
programa dietético que garantiza el máximo tiempo posible una vida
saludable, la cual encuentra su paralelo también en el plano
psíquico. Tal es el mensaje que pretende transmitir Galeno a la
posteridad con sus teorías dietéticas, cuya pervivencia se ha
mantenido a lo largo de los siglos gracias a los textos divulgados y
traducidos por los árabes desde la Edad Media.
Inmaculada Rodríguez
Moreno
Profesora Titular de
Filología Griega de la Universidad de Cádiz
Violonchelista y
Musicóloga.
Instrumental médico. Museo Arqueológico de Linares.