viernes, 10 de marzo de 2017

Galeno.La salud del alma y el cuerpo.


  Estos días he tenido el placer de leer el libro  " Sobre la conservación de la salud"  del médico más grande de la historia y precursor de la medicina moderna : Galeno.
  Un placer porque  de una parte,  la obra en sí  suscita un gran interés por su modernidad y por plasmar  ( ya  en el siglo II d. C. ) la vinculación entre cuerpo y alma, y de otra,  porque la  magnífica traducción del griego  es de  mi antigua alumna de violonchelo y profesora de Filología Griega de la Universidad de Cádiz , Inmaculada Rodriguez Moreno.
  Os dejo la reseña de la obra que ha escrito la propia  autora de la traducción y os animo a disfrutar con su lectura.


Galeno, Sobre la conservación de la salud, Introducción, Traducción, Notas e Índices de Inmaculada Rodríguez Moreno, Ediciones Clásicas, Madrid, 2016.

Claudio Galeno (Pérgamo 129 d. C., Roma ca. 200 o 216 d. C.), considerado como el principal heredero de la tradición hipocrática, supo convertir el arte de la medicina en su pasión y forma de vida. Para él, la higiene constituye una parte fundamental para alcanzar un estado de plena salud, como así hace ver en Sobre la conservación de la salud (De sanitate tuenda), tratado en seis libros publicados entre el 169 y los años previos a su muerte (entre el 210 y el 216).
Este imprescindible manual de higiene describe las reglas más significativas de todo régimen saludable y está dirigido especialmente a los griegos en general y a la élite en particular. Todos ellos se alzan, dentro del mundo civilizado, como modelos de una salud excelente frente a los bárbaros (pág. 71):
“Pero ahora no escribo este libro para los germanos ni para otros pueblos incivilizados o bárbaros, ni para osos, jabalíes, leones ni ninguno de los demás animales salvajes, sino para griegos y cuantos han nacido entre bárbaros, pero emulan las costumbres de los griegos”.
Galeno demuestra que la salud del cuerpo estaba vinculada la del alma, de manera que cualquier alteración corporal influye en la mente, y viceversa (pág. 63):
“El hábito del alma se corrompe por malas costumbres en la comida, bebida, ejercicios, espectáculos, audiciones y música en general. La persona dedicada al arte de la salud debe ser experta en todos estos temas y no pensar que solo concierne al filósofo moldear el hábito del alma, pues de aquél depende la salud de la misma alma, entre otros aspectos más, y del médico, que el cuerpo no caiga fácilmente en enfermedades”.
Para eludir las enfermedades y las disfunciones en todas las etapas de la vida, Galeno propone, siguiendo la estela del gran médico Hipócrates, una instrucción y orientación dietéticas precisas -donde la moderación resulta trascendental-, desde el nacimiento hasta la vejez. Por este motivo, el pergameno traza en el presente escrito todo un plan ideológico a través de la dietética, en la que participan el sueño, vigilia, reposo, movimiento, masajes, comida, bebida, hambre, sed, baños, irritaciones, preocupaciones, dolores y todo cuanto agite el modo de vida.
El libro I ilustra los cuidados básicos desde la infancia hasta los veintiún años, edad en la que el joven alcanza el pleno desarrollo. En esta fase, la educación dietética es esencial para compaginar la salud corporal con la psíquica. Así pues, Galeno ofrece una serie de consejos muy interesantes y útiles, relacionados con la alimentación, los masajes, los baños y los ejercicios.
En el libro II, el objeto de estudio va a ser el régimen higiénico de un joven de veintiún años. Para ello, es primordial tener en cuenta su ocupación y situación personal. Dos son los aspectos cruciales del régimen del joven: el ejercicio y el masaje.
El ejercicio no guarda ninguna diferencia con el trabajo, salvo por recibir el calificativo de “gimnástico” -a raíz del lugar donde se practica- e ir acompañado de masajes y deportes. En todo caso, se podría establecer una distinción entre ambos en cuanto que, en el ejercicio, el cuerpo debe ser previamente calentado mediante un masaje preparatorio, consistente en friegas suaves con una venda y unciones de aceite.
El libro III continúa con la importancia de los masajes y cómo deben ser aplicados para obtener los resultados esperados (págs. 160-161). También los baños contribuyen a la vida saludable, en sus cuatro modalidades: calientes de aguas dulces y templadas; tibios; más calientes, y de agua fría. Con todos ellos se consigue prevenir y aliviar las fatigas que se producen tras la práctica de los ejercicios.
El libro IV está dedicado a la alimentación y su repercusión en la salud. El médico de Pérgamo sugiere algunas recetas de reconstituyentes, como el caldo de tisana (págs. 226-227), en especial el elaborado con harina por sus propiedades depurativas y su poder refrescante, hidratante y aséptico.
Igualmente son recomendables, entre otros muy beneficiosos (págs. 227-236), el aguamiel, también conocido como hidromiel o aqua mulsa en Roma; el ojimiel u oximiel (págs. 237-239); el fármaco de calamento, con miel o sin ella; el de las tres pimientas (la negra, la larga y la blanca), y el zumo de manzana cidonia o membrillo.
Uno de los más efectivos es el fármaco de Dióspolis o Diaspolitikón, administrado antes o después de las comidas, cuyos ingredientes son comino, pimienta, ruda y bicarbonato sódico, todo en la misma cantidad (págs. 231-232). Su preparación debe ser rigurosa:
Hay que macerar el comino con vinagre muy ácido y luego triturarlo al instante, o primero tostarlo de forma moderada en un recipiente de arcilla que haya sido cocido completamente en un horno. Pues un recipiente que no se haya secado lo suficiente, suelta más polvo que el de arcilla y absorbe cierta cantidad de la propiedad de los fármacos”.
El libro V abarca la gerontología o cuidado de la dieta del anciano. Galeno, en un extenso apartado, precisa cómo ha de ser el estilo de vida del anciano, cuya condición es fría y seca, razón por la que ha de ser corregida, según la máxima hipocrática, por agentes contrarios. De esta forma, la frialdad será combatida con el calor, y este no debe ser excitado con ejercicios demasiado fuertes, sino con paseos, movimientos y masajes que actúen de igual modo que aquellos, de acuerdo con la fuerza física del individuo, no con su edad.
Los alimentos, por su parte, juegan un papel decisivo dentro de la dieta del anciano, así como ciertos fármacos: el de calamento, el de las tres pimientas, el de víboras o teríaca, y otros con hierbas aromáticas como la ambrosía y la atanasia.
El almuerzo del anciano, según Galeno (págs 280-281), debe incluir pescados de roca y mar, cereal o pan con miel, y la cena, espelta con vinomiel o ave con una salsa sencilla. El pan no queda excluido, siempre y cuando no lleve demasiada sal y levadura y esté poco cocido.
El vino es muy aconsejable por su poder calorífico. Galeno expone un detallado catálogo de vinos (págs 283-287). Los más beneficiosos por sus cualidades depurativas y caloríferas, habida cuenta de la frialdad de la vejez, son los ocres, blancos y ligeros. Por el contrario, los más perjudiciales son los oscuros, astringentes y espesos, puesto que causan retención. La eficacia de los vinos se potenciará cuando es acompañado de una dieta libre de grasa (pág. 287):
“Por ello, en las comidas los ancianos no deben abusar de los granos, quesos, huevos, moluscos, lentejas, bulbos, carne de cerdo, y, mucho menos, de las anguilas, las ostras, y, sobre todo, de aquellos animales que tienen una carne dura y difícil de digerir. Por este motivo, no deben comer crustáceos, pescados cartilaginosos, atunes ni cetáceos, ni los que mugen nacidos en la tierra, ni las carnes de venados, cabra ni buey […] La de chivo es apropiada para el anciano, así como la de las aves que no viven en pantanos, ríos ni lagos. Todos los alimentos en conserva son mejores que los frescos”.
Respecto a los ejercicios, primero se debe realizar un análisis personal y exhaustivo del anciano, pues no todos son válidos para cualquiera, sino que van en función de la constitución corporal y la capacidad física. Sus actividades deben ser las habituales, pero siempre desarrolladas con menor intensidad.
En el libro VI, tras dejar clara la importancia de un estudio minucioso de cada individuo y de la dieta que mejor se adapte tanto a su estilo de vida como a su condición corporal, Galeno se entrega a la discusión de cómo las constituciones patológicas pueden mantenerse sanas el mayor tiempo posible, aplicando algunos de los procedimientos higiénicos anteriormente desarrollados. Para ello, es muy necesario tener en cuenta la actividad u ocupación de aquel, aspecto que determina la dieta en todas sus facetas: masajes, baños, ejercicios, comidas, bebidas y fármacos, además de la estación y las discrasias presentes en su organismo, las cuales encuentran su remedio en los opuestos en su justa medida.
De estas constituciones anómalas, Galeno especifica cuáles son las más graves y ofrece una clasificación de las mismas con su dieta más adecuada para aliviar sus síntomas. Al mismo tiempo, aprovecha esta ocasión para revelarse como un todo un experto en dietética y farmacología.
En definitiva, Galeno presupone que la salud se basa en la total ausencia de dolor y en el funcionamiento y el cumplimiento perfectos de las funciones vitales por parte del organismo. Con esta idea, su tratado Sobre la conservación de la salud aporta todo un programa dietético que garantiza el máximo tiempo posible una vida saludable, la cual encuentra su paralelo también en el plano psíquico. Tal es el mensaje que pretende transmitir Galeno a la posteridad con sus teorías dietéticas, cuya pervivencia se ha mantenido a lo largo de los siglos gracias a los textos divulgados y traducidos por los árabes desde la Edad Media.

Inmaculada Rodríguez Moreno
Profesora Titular de Filología Griega de la Universidad de Cádiz
Violonchelista y Musicóloga.


Instrumental médico.  Museo Arqueológico de Linares.

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